Anhelo de Dios
El anhelo de Dios está escrito en el corazón del hombre, porque fue creado por Dios y para Dios.
Dios nunca deja de atraer al hombre hacia sí, y sólo en Dios encontrará el hombre la verdad y la felicidad, que en su vida terrena busca constantemente.a.
Una característica particularmente importante de la dignidad humana es que el hombre está llamado a la comunión con Dios. Desde el principio, el hombre está llamado a entrar en diálogo con Dios, porque existe sólo porque Dios lo ha creado por amor y lo sostiene constantemente por amor.
El hombre no puede vivir una vida plena según la verdad si no reconoce libremente este amor y si no confía plenamente en su Creador.
Desde tiempos inmemoriales hasta hoy, la gente ha expresado su búsqueda de Dios de muchas maneras a través de sus creencias religiosas y comportamientos religiosos como oraciones, sacrificios, rituales, meditaciones, etc.
A pesar de que estas formas expresivas pueden ser ambiguas, son tan generales que una persona puede y debe ser caracterizada como un ser religioso. Pero el hombre puede olvidar, no reconocer e incluso rechazar explícitamente esta conexión íntima y vital con Dios. Tales actitudes pueden tener causas muy diversas: rebelión ante la presencia del mal en el mundo, ignorancia o pereza religiosa, preocupaciones por el mundo y la riqueza, mal ejemplo de los creyentes, corrientes de pensamiento contrarias a la religión y, finalmente, la tendencia de un hombre pecador a esconderse del temor de Dios y huir de su llamado.
Aunque el hombre puede olvidar o rechazar a Dios, Dios llama incansablemente a todo hombre a buscarlo, a vivir y encontrar la felicidad. Así lo dice claramente el Señor Jesucristo: Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá. Porque todo el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le abre (Mt 7,7-8).
Sin embargo, esta búsqueda requiere un esfuerzo total de la mente y una voluntad recta, un corazón sincero y el testimonio de otros que le enseñen a buscar a Dios. Esta búsqueda debe conducirlo al conocimiento de la verdadera y santa fe de Cristo, que se conserva únicamente en la verdadera Iglesia Ortodoxa. ¡Amén!
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