Una lección de humildad
«Todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido» (Lc 14, 11).
Al observar cómo los invitados escogían los primeros asientos, les refirió una parábola: «Cuando alguien te invite a una boda, no te sientes en el primer lugar, no sea que, al ser invitado otro más distinguido que tú, venga el que te invitó y te diga: “Cédele el lugar a éste”. Entonces, avergonzado, tendrás que ocupar el último lugar. Pero cuando te inviten, ve y siéntate en el último lugar, para que, cuando venga el que te invitó, te diga: “Amigo, pasa al frente”. Entonces serás un honor delante de todos tus compañeros de ceremonias, porque: “Todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido”. (Lc 14,7-11) El Señor Jesucristo sabía que los principales pecados de los fariseos eran el orgullo y el amor al honor, y por eso quiere enseñarles con esta historia y curarlos de eso.
Les dijo que si eran invitados a la mesa como comensales, no debían escoger los primeros asientos, porque después de ellos podrían venir otros más merecedores, y a quienes entonces vergonzosamente deberían cederles sus asientos. Por eso les enseña a sentarse en los asientos de atrás y esperar hasta que el anfitrión los llame al frente, porque entonces será un honor para ellos delante de todos.
Lo que quiere decir en la parábola, el Señor lo dice a cada hombre muy claramente con estas palabras: «El que se enaltece será humillado; el que se humilla será enaltecido» (Lc 14,11).
Esta declaración del Señor ya se cumple en este mundo, pues es sabido que muchos durante su vida terrena fueron completamente humillados a causa de su arrogancia, mientras que muchos fueron verdaderamente exaltados a causa de su humildad.
De los grandes ejemplos de los Santos, se puede ver que sólo la humildad trae grandeza a una persona, y de los vergonzosos ejemplos de muchos tiranos arrogantes, se puede ver que su arrogancia sólo les trajo vergüenza y humillación durante su vida.
La exaltación de los santos surgió de su humilde cumplimiento del mandamiento de amar a Dios y al prójimo, mientras que la humillación y la vergüenza de los orgullosos surgieron precisamente porque no hicieron lo que Dios les ordenó hacer.
Esta declaración del Señor antes mencionada se cumplirá cierta y completamente en el otro mundo, porque todos los orgullosos con Satanás serán arrojados al infierno, mientras que los humildes encontrarán su lugar entre los ángeles y los santos en el cielo.
Por eso, el cristiano debe evitar la arrogancia y el orgullo y aprender la verdadera humildad de corazón del Señor Jesucristo. Sólo si es humilde, Dios le dará su gracia para que pueda cumplir sus mandatos y trabajar con perseverancia por su salvación. ¡Amén!
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