Jueves 23 de octubre de 2014
El sirviente del rey: un ejemplo de la verdadera fe cristiana ortodoxa
"Vino, pues, otra vez a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino. Había un funcionario real cuyo hijo estaba enfermo en Capernaúm. Cuando oyó que Jesús había llegado de Judea a Galilea, fue a verlo y le rogó que descendiera y sanara a su hijo, que estaba a punto de morir. Jesús le respondió: «Si no veis señales y prodigios, no creeréis.» El oficial real le dijo: «Señor, desciende antes de que mi hijo muera». Jesús le dijo: «Vete, tu hijo vive». El hombre creyó en la palabra que Jesús le dijo y siguió su camino. Mientras él aún estaba bajando, los sirvientes corrieron a recibirlo con la noticia de que su hijo estaba vivo. Entonces les preguntó a qué hora empezó a sentirse mejor. Le dijeron: «Ayer, a eso de la hora séptima, le dejó la fiebre». Entonces el padre comprendió que aquella era la hora en que Jesús le había dicho: «Tu hijo vive». Y creyó él y toda su casa. (Juan 4:46-53)
En esta parte del Evangelio, el Señor cura al hijo del siervo del rey. Este siervo es un ejemplo de cómo debemos comportarnos en nuestras necesidades físicas y especialmente espirituales.
En nuestras necesidades debemos dirigirnos siempre y sólo a Dios en la oración, quien es el único capaz de suplir todas nuestras necesidades . Sin embargo, para poder recurrir a Dios en nuestras necesidades a través de la oración , necesitamos tener la santa fe cristiana ortodoxa, porque sin la verdadera fe en Dios, ni siquiera somos capaces de pedirle ayuda en nuestras necesidades. Sólo debemos esperar de Dios los bienes espirituales y materiales que sean necesarios y útiles para nuestra vida terrena y nuestra salvación eterna.
Siguiendo el ejemplo de los siervos del rey, nosotros también estamos obligados y debemos cuidar de las necesidades materiales y espirituales de nuestros semejantes. Si no cuidamos las necesidades materiales, y sobre todo espirituales de nuestro prójimo, somos creadores de muchos pecados graves y como tales estamos en el camino de la destrucción eterna, como lo confirma el apóstol Pablo: "Si alguno hace no proveer para los suyos, y especialmente para los de su casa, negó la fe; "Es peor que un incrédulo" (1 Tim 5:8). ¡Amén!
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